Felipao es un artista consagrado pero reconoce que sus inicios no fueron fáciles porque a su familia le costó asumir que tiraba por la borda una exitosa carrera en distintas multinacionales. «Cambié los power point por los pinceles», le gusta subrayar.

Felipe García-Bañón Sanz-Briz adoptó el nombre de Felipao, como le llamaban sus amigos, y se embarcó en la tarea de crear 500 bulldogs franceses a los que llamó Poppi, en honor al pueblo de la Toscana donde se reinventó.

Poppi es su obra más icónica, pero de su taller también han surgido otras piezas con nombres propios, como el tekel Lump, el boxer Bobby, el gallo Cocky, o su famosa Menina. Esta última ha sido seleccionada por el Ayuntamiento de Madrid como regalo institucional, una de ellas fue entregada al presidente del Real Madrid CF el día que se presentó el proyecto del nuevo estadio a la alcaldía.

A lo largo de estos años ha expuesto en Alemania, Estados Unidos, Hong –Kong, México, Reino Unido, entre otros países, de manera colectiva e individual.

Todas sus creaciones forman parte del repertorio de los mejores coleccionistas de arte moderno, como Juan Antonio Pérez Simón, pero están también en casa de muchos famosos, como Isabel Preysler, las hermanas Koplowitz, Boris Izaguirre o la Reina Sofía.