Iñigo Arregi (Arrasate-Mondragón, 1954) es uno de los grandes escultores vanguardistas contemporáneos. La influencia de artistas coterráneos, tales como Jorge Oteiza o Eduardo Chillida, le han aportado la inspiración necesaria para crear piezas indiscutiblemente asociables a sus raíces, convirtiéndole en merecido heredero de la vanguardia escultórica vasca de finales del siglo XX.
A partir de unas pautas formales muy básicas –planos que se entrecruzan, brazos angulosos y redondeados que se entremezclan, distintos espacios vacíos; en esencia, chapas que encajan unas con otras sin necesidad de ser soldadas– Arregi desarrolla un tipo de obra sumamente elegante que invita al deleite y al disfrute, dando lugar a puzzles tridimensionales hasta lograr un lenguaje plástico identificable, sensual y estéticamente muy potente. Su trabajo, puro, abstracto, sugiere diversas imágenes figurativas. El observador busca, adivina, piensa referencias realistas –figuras antropomorfas, nudos, cerraduras, campanas, puentes, refugios – pues posibilitan múltiples lecturas plásticas. La de Arregi es, sin duda, una de las propuestas artísticas de mayor interés del panorama vasco y nacional.