Oteiza inició su actividad artística de forma autodidacta en los años veinte, con obras influenciadas por las vanguardias de la época, como el cubismo y el primitivismo.

Con la intención de investigar la escultura precolombina, en 1934 viajó a América del Sur, donde permaneció hasta 1948. Al volver a España, ganó por concurso la realización de la estatuaria para la Basílica de Nuestra Señora de Aránzazu, en Oñate (Guipúzcoa). Era una obra controvertida, en la que Oteiza ponía en práctica su teoría sobre el debilitamiento de la expresión figurativa, y la Iglesia le prohibió llevarla a cabo. No pudo terminarla hasta 1968. En los años cincuenta, con una obra experimental heredera del constructivismo, Oteiza renunció a la figuración y comenzó un acusado proceso de vaciado y desocupación de la masa que le llevaría hacia una escultura vertical y ligera: la «transestatua», en palabras del propio artista. La investigación en torno a volúmenes geométricos básicos como el cubo, el cilindro y la esfera, y el diálogo con la luz y la sombra, articularon una línea de trabajo que Oteiza calificó en 1957 de «propósito experimental». Este proyecto fue galardonado con el Primer Premio de Escultura de la Bienal de Sâo Paulo en 1959. Tras este reconocimiento y en el momento de máxima madurez creativa, decidió abandonar la escultura para dedicarse a temas conceptuales y teóricos.

Denominado el escultor del vacío y el silencio, revolucionó la escultura a mediados del siglo pasado. Además de escultor, fue arquitecto, ensayista y poeta, pero le gustaba definirse sobre todo como un «obrero metafísico». Como todos los genios, era un hombre de fuerte personalidad, excesivo y polémico, un artista polifacético, un agitador cultural infatigable, cuya enorme influencia va más allá de su labor como escultor. Siempre procuró, por un lado, contribuir a la creación de un arte vasco, como son sus intentos por fundar la Escuela Vasca; por otro lado, en su obra escultórica se aprecia el desarrollo de las principales vanguardias de su época y una concepción trascendental del arte.

Tanto en las tres etapas más importantes del artista; Laboratorio de tizas,
desocupación de la esfera y cajas vacías o metafísicas, Jorge Oteiza se consolidó como uno de los grandes creadores de la escultura española en ese momento, pasando no sólo a ser uno de los artistas más influyentes de ese siglo sino a ser una memoria.